La tristeza sobre bicicleta
- J. L. Benítez
- 24 abr 2016
- 2 Min. de lectura

¿Qué siento? Siento que no puedo detenerme, que en el momento que lo haga sus recuerdos, los de todo lo que me ha pasado comenzaran a inundarme, siento... Que tengo, simplemente, que intentar seguir.
¿Dónde podemos encontrar a la tristeza hoy día? La tristeza en el siglo XXI, ya no está en las camas y, por supuesto, no sé encuentra en los divanes de los psicoanalistas, la tristeza en esta época se encuentra en movimiento, podríamos decir que se pasea en bicicleta, y está en una perpetua carrera sobre los hombros de su portador.
¿Por qué sobre una bicicleta? A diferencia de los carros, una de las reglas fundamentales de la bicicleta, es que, para evitar caerse uno tiene que seguir en constante movimiento, entrar en un ritmo de pedaleo, algunas veces rápido otras no tanto, pero siempre continuo, al igual que en la vida diaria.
Las rutinas en nuestras sociedades son como el pedaleo constante de una bicicleta, puesto que si uno se detiene de improvisto corre el riesgo de caerse y de hacerlo todo se desmorona. La tristeza es un sentimiento que genera una atmosfera de pesadumbre, por ello se convierte un difícil peso extra para los ciclistas de la vida.
Sin embargo, no existe descansos para la tristeza, no hay días asueldos para los tristes, ni médicos que prescriban justificantes para aquellos con esta condición. El remedio es, pues, “no darle chance”, “seguir con la vida”, es sumarle actividades a la rutina diaria. “Darte tiempo para ti mismo” en la forma de clases de yoga o inscribirse a un gimnasio, en fin, tomar actividades de redescubrimiento, siempre, por supuesto, “echándole muchas ganas”.
La respuesta posmoderna contra la tristeza es ignorarla, simplemente continuar. Esta lamentable decisión es, al parecer, algo inscrito en nuestros roles sociales. En una época de abundancia, no se espera que la gente este triste, uno tiene que continuar en este pedaleo, siempre siendo profesional y con una sonrisa. No existen cajitas tristes en McDonals, no existe dentro del imaginario colectivo un lugar para los tristes. Entonces ¿qué le queda aquel que esta triste? Nada, solamente el seguir pedaleando hasta que su pesar se disuelva en el andar de la rutina.
J.L. Benítez
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