Narciso contra Adonis
- J. L. Benítez
- 10 may 2015
- 3 Min. de lectura

Adoro venir aquí, al gimnasio, amo el olor a esfuerzo y sudor por la mañana. No sé qué sea, es el ir a correr e ir lejos; seis kilómetros, ocho, ya diez, el llegar aquí a este “templo del cuerpo” donde sé que voy por más, más y más. Es el dominarme con dietas y los fierros, para, al final, saber que todos me voltean a ver.
El escuchar a mis compas decir: ¡dale!, ¡eso es! Es el poder, es la fuerza, la estética, esto es lo que me gusta. Sé que ya lo pensaste, que soy un narciso y, la verdad, me vale; estoy tranquilo con ser eso. Pero ¿Quién es ese de allá? Ese gordo cuerpo horrible cerca de donde iba a jalar, bueno no importa. Es lo único que odio, estar rodeado de gente que no sabe hacer nada, siempre encuentras algún nuevo que nomás estorba.
Nunca tuve tantos problemas con la gente que recién llegaba aquí, casi siempre se van a las dos semanas, no tenía problemas hasta que él llegó. Es que no inventes, imagínalo es: imbécil, gordo, hediondo y siempre está cerca de donde voy yo, ocupando los aparatos que quiero usar; se la pasa quitándome tiempo y eso sólo estorba.
Para colmo siempre está con su actitud sobrada; se siente un adonis, como si fuera soñado. ¡Me caga! y esto se ha vuelto una lucha; sí, eso es, esto es una competencia; como en la selva, donde el más fuerte se queda con las hembras, la comida y el espacio. Es él contra mí, y lo voy a vencer.
La primera prueba con la que le voy a ganar es en el reto más grande del gimnasio, el banco de pecho, me preparo, caliento un poco los brazos y me pongo en posición, me acuesto en el banco que sostiene una barra con peso en la cabecera, le digo a mis compas que pongan 100 kg.; parece que él entendió el mensaje porque se pone en el banco de enfrente. Mucho esfuerzo, siento el sudor de mi frente, pero logro levantar la barra con peso, lo he conseguido.
¿Pero qué? ¿Es una broma? ¿Él también pudo hacerlo y con el mismo peso? No, no, no esto no se va a quedar así. Tomo discos más pesados, los pongo, ahora son 140 kg, venga… puedo hacerlo, siento el calor en los brazos, la barra casi no se levanta y mis músculos tiemblan, el calor… ese ardor… siento cómo nace de mi pecho y se va hasta mis manos, pero no me detendrá venga... ¡lo conseguí! escucho los aplausos alrededor y palabras alentadoras. Me siento, agotado, en la orilla del banco. Sé que él no pudo; nadie que viene aquí puede.
Estoy satisfecho y cansado otra vez, me volví a superar, ¿qué es eso, ese tipo? ¿Me está viendo? ¿Está sonriendo? Se está burlando de mí y su banco… no, él también pudo, ya me tiene hasta la Mad… me levanto y antes de que pueda reaccionar y le suelto un puñetazo justo en la quijada; puedo sentir cómo se rompe; siento cómo se parte en muchos cachitos, ¿pero, por qué me sangra la mano y dónde está él? No sé, solamente quedan los trozos de un espejo en donde estaba su asquerosa sonrisa.
J.L. Benítez.
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