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En un cruce.

  • Foto del escritor: J. L. Benítez
    J. L. Benítez
  • 20 jul 2015
  • 3 Min. de lectura

¿Crees en el amor a primera vista? Yo no, o bueno, no sé. Son de esas cosas tontas que luego me deambulan por la cabeza. Hoy es un buen día, perfecto para andar en bicicleta por las calles de esta ciudad. Es soleado y se respira un viento refrescante.

La verdad es un día cualquiera, a lo lejos de mí casa se ve algo de tráfico pero al menos no choche, prefiero la idea de hacer un poco de ejercicio sobre las dos ruedas de mi bici.

Son las 9:00 am me pongo los audífonos y estoy listo para recorrer las calles de la ciudad, quizás hoy pueda hacer más de dos horas seguidas. Me parece curioso cuando lo pienso, todos los carros van ahogados en el rio de las prisas, siempre intentan hacer el menor tiempo posible, en cambio yo, deambulo por entre sus cacharros de metal, sin preocuparme por el tiempo. Más bien yo lo disfruto pasar a mi lado.

Claro que es algo peligroso en una ciudad con tanto estrés, donde los ciclistas somos algo así como un tope con ruedas, sobre todo para el transporte público que además de su presión cargan sobre sus hombros con el peso de sus pasajeros. Eso hace fascinante para mi este ejercicio, me he vuelvo en un aventurero entre los peligros de esta selva de basura y concreto.

Bueno, la verdad es menos emocionante, todo eso que digo, lo hago de vez en cuando para tratar de escapar de la rutina. Me gusta meterme en fantasías aunque sé que jamás se harán realidad. Pero volviendo a la pregunta: ¿Crees en el amor a primera vista? Lo sé es absurdo pensar en eso justo cuando circulas por una avenida.

Pero ese absurdo cambio cuando la vi. Era una joven de mi edad como unos veintitantos, que irradiaba belleza como las estrellas de la noche. Su cabello castaño, su piel clara con unos ligeros lunares que parecían constelaciones, y su forma, su figura esbelta y grácil, era, perfecta…

Ella estaba en contra esquina de mi ruta, solo una calle y un semáforo en rojo me separaba de mi ángel. Pero que digo, sólo será una más de todas las que pasan en este rio de rostros, quizás, se convierta en otra de las tantas fantasías que dejo derrotar a manos de la rutina.

¡No, no puedo pensar así! Tengo que salir de la rutina, debo romper con todo y vivir mi vida. Debo ir a donde esta saludarla sonreírle y que ella me regrese la sonrisa y así. Comenzar con una de esas melosas historias de amor que aceptémoslo todos hemos querido vivir aunque sea una vez.

Ahora yo sí creo en ese a amor a primera vista. Veo su rostro de perfil, es bellísimo, sonríe ligeramente y en su sonrisa desborda gentileza. Dios si estas arriba ayúdame, sé que no soy el mejor creyente, sé que incluso me he burlado de ti en ocasiones, pero sólo te pido esto: haz que ella volé y me vea, que se dé cuenta de que existo, de lo demás yo me encargo, pero por favor concédeme ese pequeño favor.

Entonces el semáforo cambia a verde, me acelero a poner los pies sobre los pedales, ella sigue esperando algo, supongo que el transporte o algo, no importa ya estoy convencido. Pero, en ese momento cuando me aproximo ella voltea, veo sus ojos por primera vez, pero ¿qué es eso? Esta horrorizada y ahora… está llorando…

No, por favor no llores. Como me gustaría abrazarla, consolarla decirle que todo estaría bien, y llevarla lejos a un lugar más tranquilo, apartado de todo este estrés, de este rio de prisas, sí tan solo ese camión no se hubiese pasado el alto.

 
 
 

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