La importancia de fingir: crónica desde la arena ciudad de México
- J. L. Benítez
- 13 jul 2015
- 3 Min. de lectura

Existen sitios obligados si uno quiere comprender la condición de México, la condición de ser mexicano. Entre los múltiples sitos que uno puede ver de la ciudad de México por ejemplo, lugares están empapados del folclor y la esencia de vivir al México de los ayeres y del hoy. Uno de estos lugares son las luchas.
Me encontraba platicando con una amiga, que la noche anterior fui a una lucha en la arena ciudad de México, ella de una forma un poco indiferente solo contesto:” eso de las luchas no es lo mío”. Aunque su respuesta es completamente valida esta no me dejó con un buen sabor de boca, sentí que ella no comprendía toda la emoción que trataba de transmitirle, de cómo percibí esa pisca de lo mexicano en un ring de cuatro esquinas.
¿Pero cómo encontrar esa chispa mexicana? El primer paso es darse a la cita de ir a la arena, en mi caso a la de la ciudad de México. Si uno está interesado en ir tiene que atravesar una colonia con no muy buena fama, para llegar a los alrededores que, por lo general, están llenos de vendedores que venden recuerdos de los ídolos de este deporte: las playeras, llaveros y las máscaras.
Donde estas ocupan el lugar principal en los puestos. Desde 30 pesos a 200 e incluso 300 pesos uno puede comprar uno de estos recuerdos. Las máscaras de los luchadores que estarán o estuvieron por los caminos de la lucha libre. ¿Pero es el precio lo que importa? ¿Cuál es el valor tiene ese pedazo de licra?
Estas preguntas no quedan claras hasta que uno entra a la área, un acomodador te lleva a tus asientos y te dispones a disfrutar del espectáculo. Entra el narrador y comienza diciendo: “Señoras y señores luchara de dos a tres caídas y sin límite de tiempo…” ¿pero qué significa este grito?
Ese es un grito de guerra, es cuando todo comienza. El Cholo contra Bengala. Blue Panther jr contra Red Dragón, los rudos contra los técnicos. Es entonces cuando la máscara cobra sentido, es la encarnación misma del personaje que está en el cuadrilátero.
Estando en plena lucha, entre lances y llaves, planchas y cachetas, a uno de los contendientes le lograron arrancar la máscara, este luchador como pudo se tapó el rostro. Con la cara contra el piso y sus mandos cubriéndolo, parecía estar verdaderamente sufriendo por evitar ser visto. Un extranjero que se sentó cerca de mí pregunto: ¿Por qué no quiere que le vean la cara?
La respuesta fue; porque si vemos su cara entonces muere su personaje, deja de ser “Polvora” para convertirse en Juan Pérez al que en la mañana se le olvido ir al supermercado, al que le rayaron su coche o el que te cedió el asiento en el metro.
Por un instante los que entrar al ring se convierte en los emisarios del bien y del mal, son “ángel de oro” y “místico” contra “Pólvora y “Mefisto.” Son mostros malvados contra los buenos. Por eso es tan importante estar con el rostro tapado, el estar en el personaje, el seguir fingiendo.
Mientras ellos estén en su papel, mientras sigan siendo “El Santo y “Blue Demon” entonces veremos la creación de una obra, de un espectáculo distinto. Porque el punto no es destrozar al oponente, en las luchas no se busca matar o acabar con el otro, lo que ocurre es algo completamente diferente. Es la representación de lo bueno y lo malo que se unen para crear un espectáculo. Se azotan se mueven y se proyectan, realizan acrobacias y van llevando al público a un entretenimiento único.
Esa es una de las condiciones particulares de México la creación de una estética disfrazada de lucha. Porque durante esas dos a tres caídas sin límite de tiempo se ve la importancia de seguir fingiendo.
Comments