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A las 8:00 am

  • Foto del escritor: J. L. Benítez
    J. L. Benítez
  • 5 jul 2015
  • 2 Min. de lectura

Hombre curtido

Érase una vez a las 8:00 am, un momento entrelazado en las manecillas de un pequeño reloj cucú. Un viejo reloj que colgaba en el dintel de un taller, una tienda, una relojería perdida entre las moustros de metal y progreso, un lugar olvidado, por donde lo único que pasaban era el tiempo.

Así, en su sencillez estaba un viejo relojero, Don Beto, un anciano de ayeres contados. Su cabello plateado, y su bigote blanco que se dejaba caer cansado en una mueca de soledad. Pero él no estaba solo, tenía la compañía de sus cientos de relojes cuyo sonido era el recuerdo de sus buenos días.

Era pese a todo un verdadero recinto la tienda de Don Beto. Los relojes se escuchaban como los susurros de los pagaros en el busque, o los riachuelos en la montaña, era una atmosfera que envolvía a todos los que disfrutaban del paso vivo de los minutos. Y su guardián ese anciano relojero que tenía la pericia de hacer funcionar hasta al más muerto de esos centinelas del tiempo. Él ahora está sentado en su escritorio a la espera de algún curioso.

¿Pero qué pasaba con todos afuera? ¿Acaso no notaban la tienda, con su letrero de madera barnizada y sus anaqueles bien organizados? ¿No escuchaban a los pajarillos cucú que los invitaban a entrar? No, puesto que ellos estaban ensordecidos por otro tiempo, uno más ajeno y fugaz. Uno que marca la prisa y se consume por el llamado del “tengo que”. El arte de escuchar los sureros del tiempo es uno que se ve olvidado.

¿Pero qué paso? ¿Cuándo fue Don Beto, que su productiva tienda pasó a ser sólo un recuerdo? ¿Cuándo de vender cientos de relojes y tener clientes satisfechos por su fino arte se transformó usted en un solitario ermitaño entre los elefantes de acero y concreto? Quien sabe, quizás el progreso es como un reloj de arena en cuyas arenas se entierra todo aquello que no flota por las prisas.

Quizás, pero usted no está triste, aunque la melancolía esta merodeando su tienda como buscando a alguien, recorre todo el lugar pero usted aún tiene esperanza. La ilusión de que alguien vea su puerta y pregunte por sus relojes. Son las 10:30 am pasan las horas, nadie se acerca, usted sigue a la espera, quizás deba trabajar un poco en ese nuevo reloj de péndulo.

Son las 20:00 pm, ya casi hora de cerrar y no hubo ventas hoy, siente algo extraño, tal vez sea el cansancio o la melancolía que al final lo encontró, lo invaden todas las arenas del recuerdo, de un tiempo, y le dan ganas de regresar esos relojes a otra época, pero sabe que no se puede hacer. Las lágrimas se forman en sus ojos y la pesadumbre de la realidad invade de frio su cuerpo. Pero al lado de su mesa de trabajo encuentra una foto, es una vieja foto amarillenta por tanto sol, es usted a las afueras de su tienda, fue cuando abrió ´por primera vez, junto a su esposa y sus hijos, algo en esa foto lo invade ¿pero que, era nostalgia o alegría?

Son las 8:15 am, ¿Qué será del cucú? ¿Qué será de Don Beto y su relojería?

J-L- Benítez

 
 
 

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