Una ultima carta
- J. L. Benítez
- 31 may 2015
- 2 Min. de lectura

Hola cielo, hoy tuve un día muy difícil… la verdad no sé cómo empezar este correo, tal vez la mejor forma sea diciendo lo más importante primero; te amo ¿Por qué les costara a los demás tanto trabajo entender eso?
Te pertenezco y creo que lo sabes, aunque apenas tengo dieciséis años estoy convencida de quien soy, esa chica que está en el reflejo de aquel espejo: una mujer libre y capaz, alocada y apasionada que se entrega a ti sin más, perdida en ti y en tu recuerdo.
Me haces mucha falta, me siento tan sola rodeada de toda esa gente que dice conocerme. Me siento como hueca y ajena de todas esas caras que tratan de hablarme, sus palabras nunca llegan porque en ninguna de ellas veo tu rostro, siento que camino entre muertos, gente irreal. Estoy rodeada de seres ajenos; de mi familia que pretenden decirme lo que es “mejor para mí”, ¡cómo si lo supiesen todo! y mis compañeros que se la pasan juzgándome diciéndome loca y cosas así.
Nadie quieres escucharme, es como si les hubiesen quitado las orejas y en sus caras lo único que les queda son sus asquerosas bocas si, por eso lo único que hacen es decirme: “lo que es mejor”, quieren apagar mi amor por ti, por eso espero me contestes. eres el único con el que puedo hablar y me escucha.
Tal vez esas personas me oyen pero no me entienden. ¿Por qué a la sociedad le gusta gastarse con discursos de un amor libre y bello, de que en este tiempo uno puede amar a quien quiera y como quiera si al final todo son palabras vacías? siempre te dicen: “puedes elegir libremente” pero te señalan la opción “correcta” y si no eliges lo que ellos quieren entonces eres una loca, una enferma y una degenerada.
Mi corazón arde por ti y no me importa lo que ellos digan, que me digan chiflada, los verdaderos locos son ellos, ¡ellos son los enfermos! porque aunque saben que sus corazones laten y se calientan de pasión prefieren apagar ese fuego con el frio del pudor. Yo no voy a permitir que mi amor por ti se extinga, por eso te seguiré amando Maximiliano; no me importa nada, no me importa nada… ni que me dobles la edad, ni que tengas esposa, ni siquiera me importa el que estés muerto.
J.L. Benítez.
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