Entre dos hojas
- J. L. Benítez
- 25 may 2015
- 3 Min. de lectura
El día de hoy en este espacio quisiera compartir mi perspectiva sobre un problema que tengo y a la vez una opinión sobre dos postulados teóricos de la psicología social que ojala y mientras escribo estas letras llegue a una conclusión teoría o a una aproximación al entendimiento.
Más que un gran tema narrativo me surgió esta pregunta que dejo a continuación ¿cuál es la diferencia entre ver al pensamiento como una interacción y verlo como una atmosfera? Esta es una gran duda al menos para mí, puesto que son dos postulados teóricos que me gustan. El ver al pensamiento como una interacción te da un papel activo te da la posibilidad de ser esa desgraciada mariposa japonesa que causa huracanes en Florida, puesto que eres parte de ese sistema de interacciones complejo llamado “sociedad”, no eres algo ajeno a esos cambios. Estas en ese juego que te permite variar y moverte porque eres tú el juego mismo, al final en esta relación de “viene y va” los bordes de la sociedad y el individuo se vuelven difusos gracias al canal de la identidad.
Este proceso de identificarse, de ir construyendo una identidad es el ir creando un roll este juego de la vida cotidiana, los materiales nos los da la misma sociedad que alegremente la creemos es algo ajeno a nosotros, pero nosotros mismos somos una manifestación de ella por eso somos participes, cómplices y espectadores. Somos avatares que van construyendo a su propio personaje. A mí en lo particular me agrada pensar que esta creación es la identificación y la construcción de la identidad.
La identidad como un canal entre el individuo y la sociedad, digamos el “wi-fi” de los nodos sociales. Donde esos nodos están representados por grupos de referencia y van produciendo grupos más grandes sin la necesidad de la cercanía física. Así las interacciones permiten que los “avatares” vayan creando comunidades donde comparten los puntos de identificación y las interacciones e va complejizando y a la vez volviéndose más interesante.
La segunda postura es muy interesante y es recordar un tanto a los humores de la tierra y como vamos haciendo atribuciones mentales a lo que nos rodea, vemos al amanecer como la representación del nacimiento de la vida y al crepúsculo como la celsitud. Es ver en el movimiento de todo lo que nos envuelve a nosotros mismos, y saber que al igual que el cielo en los diferentes momentos del día, nuestro pensamiento va tomando tintes azulosos cargados de pesada noche.
Y si relaciono esta perspectiva con una pintura porque al fin de cuentas es estética, es el ir construyendo el arte de la vida e ir inventando a nuestro paso nuevas pinceladas con nuestra mente sobre el lienzo que nos presta la psicología social de lo colectivo. Esa libertad creativa es un punto de quiebre con otras áreas y con muchas mentes pero como diría mi compadre “que nos importa la opinión de gente fría, mientras nuestras almas, más ardientes y nobles que las suyas, sepan disfrutar lo que ellos no perciben” Marques de Sade.
Esta perspectiva da lugar a algo, el saber lo que no se puede decir y eso son los sentimientos, que son eso que el lenguaje no basta para expresar (Fernández ,2010). Ya que nos envuelven con su capa de situación y nos perdemos bajo el peso de lo que nuestro pensamiento y lenguaje no alcanza a descifrar. Al pensar esto sí, esta perspectiva resulta estética porque proviene de una forma de ver en la vida cotidiana como algo que podemos disfrutar, algo que pasa desapercibido ante nuestros ojos pero nos rodea con su sentimiento y su encanto.
Podríamos escribir muchas más páginas de este tema incluso de aquí saldría una tesis, pero no quiero detenerme en eso ahorita, por el momento me conformo con decir que este semestre conviví con ambas perspectivas, debo también aprovechar mi juventud académica y disfrutar del hecho de aprender de ambas ya después vendrá el matrimonio, por ahora y muy a la pos moderna voy a disfrutar de ambas posturas en un cómodo y libertino noviazgo.
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